viernes, 2 de octubre de 2009

El espíritu de Félix sigue vivo

http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/post/2009/10/02/el-espaaritu-faolix-sigue-vivo#comentarios

Texto extraido del blog Crónica verde de Cesar Javier Palacios.





La semana pasada disfruté de uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Odile, la hija menor de Félix Rodríguez de la Fuente, abrió una tosca puerta y un espíritu bueno nos recibió con un abrazo de aire cálido.

Entre la penumbra pude ver un pequeño sofá frente a la chimenea renegrida de hollín, caperuzas de rapaces colgando de las paredes, recuerdos de viajes, fotos, dibujos, plumas. Acababa de entrar en el refugio secreto del gran naturalista, el lugar íntimo, desconocido, escondido en el corazón de un apretado encinar de La Alcarria, donde descansaba de maratonianas jornadas de rodaje en las cercanas hoces del río Dulce. Todo está como lo dejó poco antes de morir en 1980.

“Aquí tenía previsto retirarse para escribir libros”, me explicó Odile no sin pena.

Con un ferviente entusiasmo que le viene de herencia, aupada por un espléndido equipo de señalados especialistas, esta inteligente mujer capitanea ahora la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente (FFRF) con la que pretende ir más allá de mantener el legado y la memoria del burgalés universal. Licenciada en biología y producción de cine, Odile se ha empeñado en buscar la convergencia entre el mundo rural y el urbano, en mantener vivos los pueblos para de esta forma preservar un paisaje donde se refugia la biodiversidad, reconociendo a sus habitantes la ingente labor que desarrollan a favor del desarrollo sostenible. Y tiene razón.

Si los pueblos se mueren la naturaleza será más pobre, desaparecerá lo mejor de nuestra intervención en el entorno, también nuestra cultura. Sólo nos quedará lo peor, nuestras locas ciudades.

No es la suya una visión moderna. Me cuenta Odile que Félix siempre defendió este concepto. Por eso sus documentales eran El Hombre y la Tierra. No entendía el campo sin el pastor, sin el agricultor.

Nos lo explica ahora su hija en una luminosa mañana de otoño, en medio de un encinar, a la sombra de la vieja casa-refugio de madera, mientras un petirrojo no para de mirarnos desde una rama. Luego, de repente, llegó una multitud de libélulas como mensajeras de las buenas noticias. Yo sonreí. El espíritu de Félix sigue con nosotros.

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